Te guardo en los muros de piedra,
dibujada a lápiz
por la fama predilecta de mis manos,
trazada en espacio blanco con líneas que custodian gárgolas.
Estás a centímetros que son leguas
lanzándome miradas mientras descifro tus tejidos con pinceladas.
Allí estas tú, objetiva
conmigo como objetivo
respondiendo a tus ojos, que son los que ven
si tengo la alcurnia para tu ser.
Temo escuchar por ecos tu voz
encontrando en ajeno lienzo algún libertador.
Quedaría vacío el palacio nuevamente
con mi edad sacrificada.
Sin embargo yo no me he de ir Princesa,
porque mi corazón es ahora la roca inerte
que sostiene por siglos
los muros nunca te habrán de olvidar.